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Trabajo, una cultura en decadencia ¿por acción u omisión?
Varias generaciones crecieron sin ejemplos para adquirirla. La desocupación se disfraza con estadísticas. Los planes sociales se convierten en "vitalicios" y se confunden con un salario.
La "cultura del trabajo" se encuentra en crisis hace décadas. Varias generaciones quedaron desocupadas por las privatizaciones, el cierre de empresas y comercios o el achicamiento del Estado. Paradójicamente, este último, ofrecía retiros voluntarios tentadores mientras aumentaba la desocupación. Fue el inicio para que miles de familias se queden sin el principal ingreso económico.
Así comenzó una etapa que podríamos denominar la del "descarte" de trabajadores. Una persona, a los cincuenta años, no podía acceder a un trabajo porque tenía demasiada edad. Tampoco a una jubilación porque, en el mejor de los casos, le faltaba aportes. A los jóvenes les ocurría algo similar al ser considerados analfabetos para las funciones que el nuevo siglo comenzaba a ofrecer desde el anterior.
De esa forma, se perdió el mejor de los ejemplos en la Argentina. Los hijos comenzaron a ver a los padres sin trabajo y las dificultades para sostener el hogar provocaron traumáticas eclosiones familiares. El momento oportuno para que los más jóvenes adquieran independencia laboral y económica se postergó y las diferentes generaciones convivieron con la desocupación como denominador común.
Los años pasaron y los nietos llegaron al mundo con padres que poco aprendieron sobre la "cultura del trabajo". Las dificultades persistían y los gobiernos de todos los signos políticos solo ofrecían salidas que, en principio serían temporarias, pero lentamente se transformaban en definitivas: así, llegaron los Planes Sociales.
El tiempo pasaba y las capacitaciones con salida laboral se convirtieron en discurso vacío de contenido. Los magros resultados solo se sostenían con engañosas estadísticas oficiales. Consideraban trabajador con solo buscar empleo en los últimos siete días de haberse encuestado. Mientras tanto, la búsqueda se hacía "eterna" y onerosa y terminaba siendo más cómodo ajustar los bolsillos a los subsidios del Estado.
Niños y Jóvenes crecieron en hogares dependientes de los planes sociales. Papá y Mamá decían que era un salario mensual y se consideraban trabajadores. Mientras tanto, quienes conseguían o mantenían su fuente laboral, empezaron a impacientarse con el aumento sostenido de beneficiarios que recibían dinero a cambio de una contraprestación poco exigida y casi sin control.
Así comenzamos a dividirnos los argentinos entre trabajadores y "planeros". Sin olvidar que un precedente de estos últimos son los denominados "ñoquis" que poblaron los edificios públicos desde el regreso de la democracia. Mientras tanto, los signos políticos se intercalaron en la administración gubernamental pero, ninguno de ellos, bajó la cantidad de beneficiarios de planes sociales y tampoco atrajo inversiones para generar fuentes de trabajo.
Cada uno tendrá su opinión pero debemos concluir que hay una responsabilidad colectiva por la pérdida de interés laboral y apego al "dinero fácil" del Estado. Este último hizo muy poco por cambiar ese destino. Por eso, considero que es el principal responsable de la realidad actual.
Sin subestimar el discernimiento electoral de cada ciudadano, tampoco quedan dudas que los planes sociales se convirtieron en la principal estrategia electoral de los gobiernos para mantenerse en el poder. Solo disfrazada con elegantes discursos de ocasión, en boca de oficialistas y opositores.
También es importantes recordarles a los gobiernos actuales y futuros el nuevo tiempo que vive la humanidad. No hay espacio para la precarización laboral porque también desalienta a la "cultura del Trabajo". La explotación laboral debe ser combatida y sin márgenes para ninguna flexibilización que atente contra los Derechos adquiridos.
Además, es necesario inculcar la educación laboral. El alumno debe comprender que la educación lúdica es solo un recurso pedagógico para incorporar "herramientas" que le servirán cuando se convierta en trabajador.
La mayoría de los centros educativos no preparan a los estudiantes para una salida laboral. Al finalizar los estudios entran a un mundo desconocido y desconcertante en el que solo salen airosas las individualidades. Mientras tanto, un grupo importante cae en el desánimo del desempleo y padece graves consecuencias, como la drogadicción, hoy presente en todos los pueblos y ciudades.
La dirigencia política debe tomar conciencia de la importancia del trabajo como fuente de desarrollo humano y social. Deben comprender que cada vez que otorgan un plan social "vitalicio", pierden oportunidad para recuperar la "cultura del trabajo". Si eso sigue ocurriendo, llegaremos a la conclusión que solo se trata de una acción, deliberada y mezquina, para cosechar votos cada dos años.