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Marcela Tomasella

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MIRADA CRÍTICA

De la libertad

Suponer que cuando no podemos hacer todo lo que queremos es porque una mano opresora cercena nuestra libertad, o que las leyes nos coartan. Son ideas que atentan abiertamente contra la coexistencia armónica.

El Rabino Bergman dice que "ser libres no significa poder hacer todo el tiempo lo que queramos. Ser libres es vivir regulados dentro del marco de un sistema legal, por medio del cual nos aseguramos que las libertades de los demás no avasallen las nuestras, no por ende, que el ejercicio de nuestras libertades avance sobre la de nuestros vecinos. Ese es (o debería ser) el principio básico de la convivencia".

Sólo un niño puede suponer que cuando no le permiten hacer cualquier cosa, lo están privando de su libertad. Ahora bien, que esa confesión la tenga un adolescente es entendible, ya que se trata de un ser en plena formación de sus valores. Pero, cuando ese error de juicio, sin embargo, lo comenten los adultos (algo que sucede más a menudo de lo que creemos), entonces estamos frente a un verdadero problema. Suponer que cuando no podemos hacer todo lo que queremos es porque una mano opresora cercena nuestra libertad, o que las leyes nos coartan.

¿Se pueden modificar las convenciones que nos regulan? Desde ya son construcciones sociales y tienen esa flexibilidad. Si los límites están mal puestos o si han quedado obsoletos, y hay un consenso en este sentido, trabajemos para enmendarlos, ya que redundará en un beneficio común. Pero no ignoremos esas reglas de juego, porque las leyes y las normas son de una relevancia trascendente. Sólo dentro del marco ordenador que aporta la ley seremos capaces de desplegar nuestra humanidad en civilización y no en barbarie. El orden no reprime en absoluto nuestras potencialidades. El caos y el desorden, en cambio, nos confunden. La libertad prospera sólo plenamente en el orden.

En este sentido, no hay creatividad sin libertad. Ambos contactos se retroalimentan: no hay acto más libre que el de crear y para crear debemos ser libres. El que no es libre no crea. Y, al mismo tiempo, la creación en el sentido más cabal del término surge por un acto de libertad.

¿Cómo hacemos, entonces, para armar y hacer…? Por un lado, conociéndonos a nosotros mismos, escuchando la voz de la conciencia, que siempre enuncia grandes verdades. En este caso, se trata de inspeccionar en nuestro interior para quedar aprisionados en los mandatos de otros y para poder encarar un sendero individual y personal.

Una vez atrapada esa esencia caminaremos, sí, dentro del marco de la ley, de los valores y de las instituciones, ya que es una regulación que no sólo no restringe, sino que libera.

¿Qué pasaría si un día despertamos dándonos cuenta que somos mayoría? ¿Qué pasaría si de pronto una injusticia, sólo una, es repudiada por todos, todos que somos todos, no unos, no algunos, sino todos?

¿Qué pasaría si en vez de seguir divididos, nos multiplicamos, nos sumamos y restamos al enemigo que interrumpe nuestro paso? ¿Qué pasaría si nos organizáramos y, al mismo tiempo, enfrentáramos sin armas, en silencio, en multitudes, en millones de miradas la cara de los opresores, sin vivas, sin aplausos, sin sonrisas, sin palmadas en los hombros, sin cánticos partidistas, sin cánticos?

¿Qué pasaría si yo pidiese por vos que estás tan lejos, y vos, por mí que estoy tan lejos, y ambos, por los otros que están muy lejos y los otros por nosotros aunque estemos lejos? ¿Qué pasaría si pusiésemos el cuerpo en vez de lamentarnos? ¿Qué pasaría si rompemos las fronteras y avanzamos y avanzamos, y avanzamos, y avanzamos? ¿Qué pasaría sí quemamos todas las banderas para tener solo una, la nuestra, la de todos, o mejor ninguna porque no la necesitamos?

¿Qué pasaría si de pronto dejamos de ser patriotas para ser humanos? No sé… me pregunto, yo, ¿es tan fácil distraerse? Pero la forma en que podemos sacar lo mejor de un momento es estar completamente presentes.