
Autor
Que la violencia no se confunda con discriminación
La semana pasada se desató la polémica por la reacción de Karina durante un recital. Reclamó respeto a los seguidores de la banda local "Yiyo" y los Chicos 10.
La artista visitante expuso su enojo en el escenario por los gritos de seguidores del intérprete correntino. Luego de la viralización del video de ese momento, la polémica aumentó y la cantante mantuvo su línea argumental.
En publicaciones de redes sociales y en entrevistas con la televisión porteña resaltó el comportamiento violento del público vinculado a su colega local. También se hizo eco de sus fans correntinos porque le advirtieron que no volverían a su recital por temor a los invitados.
Luego de eso, desde el entorno de Roberto "Yiyo" Ibarra aparecieron acusaciones por discriminación. Y tan sólo un acotado video del cantante que se limitó a negar las palabras de su colega a la que en ningún momento mencionó.
La discriminación se volvió un argumento recurrente para quienes intentan evadir las normas básicas de convivencia dentro de una sociedad. Incluso hay quienes la vinculan con un pasado represivo para menoscabar a los que reclaman armonía social.
Propongo ser responsables cuando utilizamos el argumento de la discriminación. Se trata de una realidad dolorosa que golpea a muchos integrantes de la sociedad sin ningún vínculo con el show. Y son víctimas de quienes no evolucionan socialmente para respetar al semejante.
Tampoco se puede utilizar la discriminación para trascender en los medios. No es un trampolín a la fama.
El cantante correntino no necesita por el reconocimiento local que goza hace tiempo, pero quizás buscando una proyección nacional estaría utilizando una estrategia equivocada.
Sería conveniente que ese objetivo se logre con trabajo, experiencia y trayectoria. No con una "denuncia" por discriminación. "Yiyo" sabe cómo hacerlo. Sus décadas de vigencia así lo demuestran. No necesita de una maniobra mediática que desnaturalice la realidad dolorosa de muchos.
Más allá de esto, todos necesitamos ser conscientes de que el accionar de los seguidores tiene antecedentes violentos a cada paso. Y no podemos esconderlos argumentando discriminación.
Los hechos ocurridos provocan temor a la mayoría de la sociedad con sólo observar el furioso avance de las caravanas.
En calles y avenidas son un fenómeno peligroso por el comportamiento nada amigable con las normas de tránsito. Tras su paso quedan secuelas en vehículos o en los frentes de las viviendas.
El miedo que genera cruzarse con las caravanas paraliza al más experto automovilista hasta provocarle reacciones adversas para su salud. Basta con googlear para encontrar el extenso historial de violencia. Las consecuencias no sólo fueron materiales, sino también para la vida de las personas.
Hace algunas semanas escuchábamos en "Desayuno", a través de Radio Dos, al padre de un joven que murió atropellado por seguidores.
Las lesiones sufridas le dejaron en estado vegetativo durante años hasta fallecer en 2021. Su familia todavía vive atemorizada por amenazas recibidas mientras reclamaba justicia.
Hubo llamadas telefónicas intimidatorias para que no busquen el esclarecimiento del hecho. Mientras tanto se ocuparon de un joven al que dejaron en una cama cuando salía a trabajar.
Su desgracia fue encontrarse con violentos que le arrancaron la vida, se dieron a la fuga y hoy gozan de impunidad.
Hago un llamado a las autoridades para ocuparse de una problemática que sólo la pandemia detuvo. Hoy vuelve a estar presente y es tiempo de prevenir nuevos hechos. No esperen un año electoral.
Muchos sospechan que hay un uso político de los seguidores. Entienden que la escasa convocatoria de dirigentes envueltos en listas sábanas se colma de "multitud" llevando grupos musicales y su público cautivo.
Si así fuese, nos "venden" una falsa imagen que se demostraría con sólo hacer una encuesta entre los presentes. Y los resultados quizás no sean demasiados asombrosos. La mayoría de los que respondan dejarían al descubierto su desconocimiento sobre los ocupantes de los escenarios de campaña.
Es cierto que no todos son violentos, pero poco contribuyen para separar a quienes sí lo son. No lo hacen las bandas, tampoco las autoridades y menos aún los participantes de las convocantes caravanas.
Para las víctimas sólo queda evitarlos o mansamente aceptar sus ataques porque el más respetuoso reclamo provocará más violencia.
No banalicemos la discriminación ni la utilicemos para defender la violencia. Con conocimiento académico o sin ello respetemos a quienes realmente sufren las consecuencias de una sociedad que todavía no aprendió a respetar a cada individuo.