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La complejidad no puede ser excusa para resolver la inseguridad
El problema no cesa y las estrategias no dan resultados. Hay hechos que muestran vulnerables a la Policía y a sus efectivos. Señales que alarman a una sociedad que reclama protección.

Hace años advertimos situaciones que debilitan la imagen de la Policía de Corrientes. Pareciera escapar o sobrepasada por el accionar delictivo de bandas o de solitarios ladrones defendidos, por amigos y familiares, cuando quieren detenerlos.
Hace una semana robaron en el comedor María Auxiliadora ubicado en Alberdi y Pizarro, de la ciudad de Corrientes. Se llevaron costosos elementos utilizados para entregar diariamente 300 raciones de comida a familias que sufren la crisis sin freno y con un horizonte que no se despeja.
La encargada del lugar expresó a Radio Dos su "bronca e impotencia" por la reiteración de los hechos. Ocurren en un noble emprendimiento que cubre el déficit institucional que no permite a cada persona poner un plato de alimentos saludables en la mesa de su hogar.
Esa situación hizo recordar al programa Desayuno que, en esa misma zona de la Capital, la Jefatura se vio forzada a cerrar un destacamento policial por constantes agresiones a los efectivos de guardia. Un tiempo antes, hubo una garita de seguridad que terminó usurpada y destruida por malvivientes o jóvenes que atraviesan el consumo problemático.
Además, se observa con asombrosa frecuencia los ataques a móviles y efectivos policiales. Incluso, reiterados en tiempo récord como sucedió hace pocas semanas cuando atacaron y desbordaron a diferentes patrullas en menos de 24 horas. Tan graves fueron los hechos, que al verse sobrepasados solicitaron refuerzos pero la respuesta fue negativa, por falta de disponibilidad.
Son señales de alerta que permitirían detectar los flancos débiles de la seguridad para que no sean utilizados por delincuentes que aceleran el ritmo de inseguridad como lo demuestran las víctimas en los medios de comunicación. Ya no sirve recordar la sugerencia de formalizar la denuncia porque muchos se cansaron y otros tienen internalizado que es un trámite burocrático y sin resultados.
Hoy no hay zonas ni horarios para el delito. De todas formas, es conveniente mirar lo que sucede en algunas de ellas. Hay calles comerciales que se convirtieron en "corredores" de la delincuencia. Por ejemplo, el tramo de Hipólito Yrigoyen, desde Jujuy hasta avenida Artigas. Un comerciante relataba la alarmante frecuencia de los gritos de personas atacadas por arrebatadores.
Tampoco olvidemos la diversidad delictiva que no contempla el plexo normativo y escasamente lo hacen las estrategias de seguridad. No cabe dudas que se necesita actualizarlas para una persecución más exitosa. A los históricos "moto-chorros" se agregaron los "carro-chorros" y hasta los "equino-chorros".
Estos últimos, sorprendidos en el barrio Doctor Montaña con cuatro garrafas de gas envasado. Un elemento indispensable que deja sin comida a una familia, por horas o días, debido al costo elevado para reponerla.
Es cierto que la inseguridad es un problema complejo pero no una excusa para dejar de agudizar el ingenio y la capacitación que prevenga, reprima y juzgue al delincuente. De lo contrario, hay un escenario frecuente y peligroso: "justicia por mano propia". Prueba contundente de que la respuesta a la sociedad es insuficiente aumentando su mala impresión sobre lo poco que hacen para defenderla.
Las últimas novedades en materia de persecución del delito no arrojan resultados satisfactorios. Sin ir más lejos, hoy vuelvo a insistir en la "puerta giratoria" de las comisarías. Con la reforma al Código Procesal Penal de la provincia, pareciera que dejó de ser manual para convertirse en automática y con motor de alta velocidad.

No se trata de un análisis técnico de la normativa "más moderna" del país, según un Ministro del Superior Tribunal de Justicia, sino de las consecuencias en la vida real de los correntinos. La asombrosa frecuencia y rapidez con la que delincuentes entran y salen de las seccionales.
Pareciera que los policías se esfuerzan para frenar el delito pero quedan "presos" de una realidad, teórica-práctica, que los desanima. Y, como ejemplo, vale mencionar al efectivo que luchaba cuerpo a cuerpo y en solitario con un malviviente y tuvo que enfrentar, en pleno centro correntino, a un aspirante a político que lo cuestionaba desde la comodidad de su camioneta.
Definitivamente es tiempo de encontrar estrategias para controlar la inseguridad. Se convirtió en una dañina experiencia repetida y generadora de una sensación de temor que aumenta y deja expuesto al más prevenido.
Si se propaga el uso civil de las armas, será el fracaso de la dirigencia y los gobernantes. Están a tiempo de prevenir su propio fracaso. Necesitan reorientar el accionar de la fuerzas de seguridad haciendo que recuperen autoridad ante quienes están fuera de la ley.