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Carlos Bramante

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A una semana para empezara desactivar "la bomba"

El 13 de agosto es la primera parada para elegir el destino de la República Argentina. Predomina la apatía pero la democracia sigue siendo la mejor opción.

Comienza un proceso electoral que puede convertirse en cicatrizante de la trillada y manipulada "grieta" que invade la vida de los argentinos. Un argumento, por momentos, real, en otros; oportunista y, no pocas veces, falaz para explicar el doloroso deterioro del tejido social.

La falta de ejercicio ciudadano es la principal autocrítica que podemos hacernos a 40 años de democracia. Los magros resultados del sistema de vida que elegimos, y seguiremos eligiendo por sobre cualquier intentona autoritaria, podrían responsabilizarse a los errores electorales pero, mucho más, a gobernantes que defraudan con su gestión.

Tampoco es falta de participación política de los argentinos. Sería inviable un país con 46 millones de políticos. Lo que falta es honestidad en la autopostulada dirigencia: desde la intelectual hasta su ejercicio corrupto para la misión encomendada.

Ya vivimos el "que se vayan todos" de 2001 y hoy vuelve a tomar fuerza si miramos los elevados índices de ausentismo y voto en blanco en provincias y municipios. Sencillamente, es el resultado del fracaso de dirigentes y gobernantes.

Para algunos políticos y/o asesores, 22 años parece demasiado tiempo. Necesitan googlear para saber qué pasó en esa Argentina de principios de siglo con 39 muertos y cinco presidentes en 11 días. A la historia ni siquiera le alcanza para una conclusión objetiva pero a la ciudadanía le sirve para conocer la escasa preparación de sus dirigentes.

O algo peor, la falta de patriotismo de los orgullosos en sus redes sociales por haberse diplomado en "brillantes" universidades del mundo. Y a su regreso, traen un guion con escasa empatía en el destino de 46 millones de humanos.

Sus "manuales" de estudios parecen orientados a conseguir rendidores negocios en estas lejanas latitudes. En su introducción, proponen bajar costos laborales convirtiendo a los argentinos en maniquíes de sus objetivos. Se olvidan que somos de carne y hueso con demasiadas necesidades insatisfechas.

La dirigencia actual debe ser consciente de que los argentinos tienen la "mecha corta" para soportar más dificultades. Sin demoras, deberán poner en práctica un plan que detenga el sufrimiento de la gente. De lo contrario, las consecuencias podrían ser imprevisibles. No lleguen al poder, sin antes haber encontrado el "cable" para cortar.

Ningún aspirante a inquilino de la Casa Rosada puede reclamar una "luna de miel" con los argentinos. Se terminó la transición y los "180 días" para acomodarse en la gestión. Podrán enojarse con esta afirmación porque no deja de ser realista la necesidad de tiempo para conocer un barco a la deriva pero mucho más necesario es saber que llegarán a la gestión con cuenta regresiva.

La paciencia está agotada por las promesas incumplidas. Un sector de la sociedad descubrió la estrategia de políticos que juegan al caos para conseguir triunfos electorales. Por eso, aparecen terceros espacios aunque no terminan de ser confiables si miramos los escasos resultados conseguidos en las elecciones jurisdiccionales realizadas hasta ahora.

Las alternativas a la "casta" dirigente no parecen componedores sino que buscan transformarse en "superhéroes" o se autoperciben como "elegidos". De esos, también ya tuvimos y solo terminaron rezongando del pasado sin asumir su falta de preparación.

Argentina tiene una "fauna y/o farándula" política escasamente autocrítica gracias a un grupo reducido de aduladores. Sino miremos la "pobreza" de convocatoria en sus actos de campaña. Ya ni siquiera el convite gastronómico arrastra a los seguidores.

El gobernante que asuma el 10 de diciembre deberá saber que la sociedad no negocia la movilidad social ascendente. No confíen en la fidelidad de "planeros" o "becarios", como llaman despectivamente a beneficiarios de los planes sociales de diferentes gobiernos, porque cuando la dádiva es insuficiente también adquiere pensamiento crítico.

La sociedad perdió la ingenuidad para dejarse llevar por operativos disfrazados de discurso político. Sabe que son más parecidos a guiones de Netflix antes que una solución para sus problemas. Por ese descreimiento, se convirtió en el "terror" de los encuestadores y sus fallidos pronósticos electorales.

Encontrar al Presidente o la coalición de gobierno hábil para construir consensos es una tarea de todos. Se requiere un liderazgo que convenza a los actores del país de que hay una sociedad decidida a no seguir hipotecando su futuro.

Basta de promesas. No sigan horadando la confianza en una democracia que costó sangre recuperarla. Por lo menos, hagan honor a esos 40 años de aquel hito histórico ya que están muy lejos de alcanzar la gloria de nuestros próceres.

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