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Carlos Bramante

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SE DEFINEN LOS PRÓXIMOS CUATRO AÑOS DE GOBIERNO NACIONAL

La clase política viene jugando con fuego y se está quemando

Se llame casta, o como se llame, está al borde de la condena electoral. La sociedad "les sacó la ficha" y sus advertencias fueron desoídas o defraudadas. El sistema no está en peligro. Terminen con ese cuco.

Los políticos tradicionales no gozan del reconocimiento social de otra época. Y la renovación juvenil que inyectan tampoco tiene buena imagen porque parece un seguro laboral para pocos y negado para muchos.

La crítica al gasto político lleva décadas y tomó fuerza en redes sociales. Los memes comparando "mansiones y ranchos" demuestran las diferencias entre clases de una misma sociedad. Es un llamado de alerta al que se niegan a responder con austeridad.

Solo esperan que pase "la tormenta" para crear más cargos. Mientras faltan obras y servicios básicos, aumentan los ministerios, los legisladores, los municipios o los empleados públicos volviendo más ineficiente al Estado para resolver los problemas de sus contribuyentes.

No se dieron cuenta de que la consigna "que se vayan todos" quedó grabada. En cuatro décadas de democracia solo hubo "oasis" de tranquilidad malversados con el aumento del gasto político que no sirvió para frenar la degradación social. No ignoren su propia torpeza.

Es cierto que el domingo pasado hubo, por lo menos, dos clases de votantes al ganador de las PASO. Los que conocen su plataforma y los que expresaron su bronca. Muchos de ese tercio lo hicieron con los miedos que supone un cambio, pero fue porque no encontraron una mejor oferta electoral.

Durante la semana transcurrida se oyeron con más fuerza los miedos de la dirigencia cuestionada en las urnas que los de la ciudadanía. Algunos, reaccionaron amenazantes dejando al descubierto que no comprendieron el mensaje.

La misma grieta que cavaron durante tanto tiempo podría sepultarlos. La sociedad se dio cuenta de que muchas de sus diferencias son "pasos de comedia" para mantener un estatus quo de mayorías dominantes que se alternan el poder.

Se dejaron llevar por encuestas y focus group sin exigirles que recojan el pensamiento genuino de la gente. Buscaban música para sus oídos y al escuchar partituras diferentes apelaron a ejércitos de detractores para neutralizar la opinión pública genuina.

Acomodaron el sistema electoral para financiar la campaña de dirigentes desconocidos bajo el falso eslogan de mejorar la participación democrática. Partidos políticos desconocidos llevan cifras multimillonarias por un puñado de votos. Solo les sirve a unos pocos dirigentes para negociar lugares en las listas de candidatos. Proliferaron los "kioscos" electorales y aumentaron la cantidad de elecciones para mantenerse en el poder.

Esa estrategia no les sirvió el domingo pasado. Un tercio de la ciudadanía demostró que no necesita de estructuras para votar. Incluso, sucedió como decía el analista político Andrés Rabossi a Radio Dos: en nuestra región "hay gente que votó a Milei yendo en los autos de sus opositores". Y agregaba: "Cada votante se convirtió en fiscal porque al no encontrar boletas, reclamaba a las autoridades de mesa".

No es momento para reproches. La sociedad no necesita mensajes atemorizantes. Casi nada de miedo le queda a una familia que no llena la olla, a la que le falta platos de comidas durante el día o viene ajustando su presupuesto hace tiempo, mientras se despilfarran los impuestos pagados con sacrificio.

También hay una porción de la sociedad que se hartó del "juego del gato y el ratón" para que nada cambie y está dispuesta a alimentar a un león para que se los devore. No quiere definir jueguitos internos para saber quién es el "llanero solitario" o el "Mahatma Gandhi" del grupo. También descarta a titiriteros que hacen pelear a sus referentes para mantener el poder suponiendo que sus seguidores se están reproduciendo.

Incluso, en cuestiones más graves como la corrupción que hace décadas deja cientos de sospechados, pocos condenados y casi nadie en la cárcel. Todos elementos para desconfiar de acuerdos ocultos entre cúpulas para que nada cambie.

El 13 de agosto, el 70% ratificó la democracia. "Que se vayan todos" no es un grito de cambio de sistema, sino de actores. Y una advertencia para los ganadores. Sus objetivos no podrán ir contra la voluntad popular cansada de ver cómo se diezmaron los sueños de varias generaciones.

Los fracasos acortaron los plazos. Lo demuestran países cercanos como Perú o Ecuador que cambiaron varios presidentes en poco tiempo sin que nadie se anime a descartar la constitución o la democracia.

El sistema no está en peligro. Terminen con ese cuco. La gente fue a votar y ratificó que sigue siendo la más potable para decidir su futuro. Viejos y nuevos dirigentes, ábranse a la sociedad y a cada integrante.

Dejen de fabricar burbujas. Abran sus cuentas de redes sociales a la opinión y reclamos de sus usuarios. Déjense ayudar para encontrar la mejor estrategia que no traicione a los auténticos dueños de la democracia.

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