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Carlos Bramante

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La educación pública no es un negocio ni se negocia

La idea de un voucher y la privatización del CONICET deben ponernos en alerta. Los fracasos no se revierten con "ventanillas" de cobro en colegios y universidades.

Las crisis no permiten ver el horizonte con claridad y, mucho menos, cuando los dirigentes quedan segados por intereses que no son los comunitarios. Y tampoco cuando aparecen referentes que prometen convertirse en "salvadores" antes que en demócratas.

Ricardo Gil Lavedra expresó a Radio Dos que en 40 años de democracia "la dirigencia no aprendió a ejercerla porque todos se creen fundacionales". Cuánta razón tiene si miramos el curriculum de cada uno. Pocos pueden escribir con honestidad intelectual que intentan liderar espacios de debate y consenso para una democracia inteligente. A "boca de jarro" podrán decirlo, pero los resultados están a la vista.

Mientras tanto, aparecen ideas y propuestas alejadas de la solución del problema y una parte de la sociedad, aturdida por la traumática coyuntura, termina seducida por "cantos de sirena" adornados con la sabiduría del lenguaje, pero carentes de empatía social.

Intentar privatizar la educación es desconocer la realidad de millones de familias. Es ahogar los sueños de adolescentes y jóvenes, y otros no tanto, que esperan la oportunidad para ingresar al mundo del conocimiento.

Es cierto que muchas oportunidades se desaprovechan y, para los economicistas, pareciera un despilfarro. La solución difícilmente salga de bolsillos atravesados en un 60% por la pobreza y la indigencia o con ingresos salariales que, en relación a los de 10 años atrás, cayeron el 81%.

Tampoco quieran adornar las propuestas con discursos elegantes "comprados" en otros países o siendo "gerentes" de su aplicación en Argentina. Muchos menos, distorsionando modelos educativos exitosos tratando de implementar una reducción de bajo costo. Un economista disertó en Corrientes sobre las bondades de la educación en Finlandia, pero se olvidaba que los chicos de ese país reciben útiles y bibliografía en sus hogares.

Tampoco miremos demasiado hacia afuera. Interioricémonos de nuestra historia reciente para conocer resultados positivos y negativos. La importación y/o imposición, manteniendo "relaciones carnales" con alguna potencia en la década del º90, es la base del fracaso educativo actual.

Que el 13% de los alumnos alcancen los objetivos al concluir la educación obligatoria no es culpa exclusiva de la pandemia. Son chicos que comenzaron en 2011 y para cuando el COVID-19 se esparció por el mundo habían atravesado dos tercios de su vida educativa. No ver esta realidad es solo "vendernos" un discurso de comité político y no de política de Estado.

Más bien miremos, el país argentino que exportaba científicos y obtenía Premios Nobel. Adaptémosla a las necesidades del siglo XXI. Imitemos la metodología con los contenidos que demanda la actualidad

Privatizar la educación es desconocer la pauperización social del país. Sencillamente es falta de empatía con miles de alumnos obligados al "éxodo" de instituciones privadas que terminó recargando a la educación pública.

Miremos hacia afuera pero sin contaminación ideológica. Países asiáticos, de derecha o de izquierda, sacaron de la pobreza extrema a sus sociedades con educación pública y se convirtieron en naciones prósperas y potencias mundiales.

Las visiones comerciales no van de la mano del desarrollo humano. Son estrategias limitadas y adaptadas a las necesidades de algunos sectores. Sus resultados terminan erosionando la paz social a la que algunos quieren recuperarla con ideas tergiversadas de orden. Es nuestra responsabilidad como sociedad conocer para qué sirven los organismos del Estado. Y como autocrítica los medios necesitamos prestar más interés al trabajo de los científicos y conocer mejor para qué sirve el CONICET.

Aprovecho esta columna para contarles de investigadores que en nuestro país están desarrollando vacunas para prevenir el cáncer o mejorar la calidad de vida de personas afectadas por diferentes patologías.

En nuestra región hay estudiantes y científicos becados por el CONICET con avances importantes y menciono algunos ejemplos. Mario Delfino, doctor en Química de la UNNE, trabaja en el uso medicinal del cannabis desarrollando un snack a base de pulpa de frutilla y mango con extracto enriquecido en cannabidiol.

En Misiones investigan la resistencia del mosquito del dengue a los insecticidas y elaboran un protocolo para prevenir el hantavirus. Otros, desarrollan hongos para controlar plagas de la yerba mate sin agroquímicos.

Con la educación privatizada y la ciencia en manos privadas solo estaremos cavando grietas más profundas. Como sociedad, necesitamos autocrítica para prestar más atención a la importancia de la educación. Miremos los logros alcanzados y seamos exigentes para conseguir los que faltan. A cualquier dirigente con empatía social debería costarle "digerir" un proyecto de educación mercantilizada.

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